jueves

Tarantino

Generalmente el paso del tiempo percude los objetos (salvo para algunos maniáticos), pero curiosamente produce el efecto inverso con los recuerdos. Con los años, uno comienza a editarlos, borrando finales amargos, adelantando la cinta (perdón, crecí con el VHS) cuando la pantalla de la memoria nos escupe algo insoportable. El recuerdo, como en esas figuritas de primario, siempre le gana al presente. Tal vez eso haya llevado a Spinetta a pronunciar su ya mítica frase "mañana es mejor", sabiendo que los momentos idealizados sólo podrían ser empardados por nuevos instantes. Tal vez por eso los alfajores de ayer me resultaban más grandes y rellenos que los bodoques actuales.
Dejando la melancolía kiosquera de lado, algo similar me sucede con las películas de Tarantino. Gracias a la anarquía que reina en internet, uno puede conseguir fácilmente películas que de otro modo no vería en cines locales (o al menos, debería esperar meses para hacerlo). Así es como conseguí "Grindhouse/Deathproof", el último capricho de Tarantino/Rodríguez. Y si hay una palabra que cada vez le sienta más al doble de Federer a los cincuenta es "capricho". El recuerdo más inmediato que a uno le viene a la mente es el de "800 balas", del genial Alex de la Iglesia (espero ansioso su versión de "Crímenes imperceptibles", del sobrevalorado Guillermo Martínez): allí, el vasco puso toda su melancolía al azador para recrear los spaghetti western con los que había crecido, en medio de la aridez ibérica. Y si bien no era una mala película, le alcanzaba para ser la más floja de su filmografía.
Algo similar sucede con la última película del norteamericano, en la cual recrea esas películas clase B bien ochentosas que uno veía los sábados a la tarde en continuado con "Cuentos asombrosos", en las cuales todo el argumento de la película se centraba en persecuciones de autos, seguidas de más persecuciones. Aquí Kurt Russell hace de un doble de riesgo bastante desequilibrado; Rose McGowan, aquella pelirroja deshabrida de Charmed se convierte aquí en una rubia oxigenada con el sí fácil; Rosario Dawson, aquella tierna purreta de "Kids" le pone la cara a una maquilladora bastante superada. La escena del choque condensa toda la historia del gore y el camp en breves pero morbosos segundos. Los autos son gloriosos. La música, notable como siempre (ver la escena del lap dance en el bar perdido). E incluso, un cinéfilo como Tarantino se fija en detalles como los títulos del comienzo, y los chispazos y marcas de las cintas gastadas a fuerza de matinés. Pero incluso así, a la película le falta algo. No pretendo que todas sus películas sean como "Perros de la calle" (a mi entender, la mejor) o "Jackie Brown" (donde su homenaje al blaxplotation era evidente, pero luego de un par de películas a uno le queda la sensación que, luego de haber alcanzado un lugar en el cual puede hacer absolutamente lo que se le de la gana, hace justamente eso. No se lo puede culpar (uno haría lo mismo, a qué negarlo), pero tampoco puede todo el mundo reírse de los mismos chistes. Mejor voy a comprar un alfajor.