miércoles

Cabezas de radio


N. del E: en el siguiente posteo, se comunica a nuestro estimado lector que se ha dejado de lado por completo la objetividad. No la busque, porque no la va a encontrar en las siguientes líneas.

la tarde comenzó con La Portuaria como bande apertura, elección lógica para intentar amalgamar bandas como Kraftwerk y Radiohead. A la banda de Diego frenkel se la vio con aplomo y un sonido prolijo, sabiendo que quienes estábamos allí no habíamos ido a verlos a ellos especialmente, pero en base a esa premisa fueron puliendo su show, que fue de menor a mayor, sustentado principalmente en su último disco "La vaca atada", el cual les permitió ampliar su repertorio festivalero y extenderlo más allá de "Selva" y "El bar de la calle Rodney".
Pasadas las siete, subió al escenario Kraftwerk. Como sabrán los lectores del blog, no soy un ferviente seguidor de la música electrónica, pero se lo suficiente como para conocer lo que representa la banda alemana. Justamente allí reside el quid de la cuestión: al estar etiquetados como "los pioneros dela música electrónica", dan la sensación de sentirse muy cómodos con ese rótulo, de tal modo que a uno le queda la sensación de estar viendo una pieza de museo, que, para colmo, a uno no lo apasiona: se la respeta, pero no se la disfruta. Los acompañaba una puesta en escena minimalista, tono con su música aséptoca: ellos cuatro y sus sintetizadores parados en el medio del escenario, mientras a los costados las pantallas escupían imágenes casi naif de computadoras y autos, a tono con las letras conceptuales del grupo, por llamarlas de alguna forma ("machine/machine/machine/semi human being" es una de sus líneas más amables). El problema que tengo con estas bandas, es que no puedo controlar al argentino que llevo dentro y, tal como me sucedió con Daft Punk, nunca se si son verdaderamente los cuatro teutones originales quienes están tocando, o si los organizadores les tiraron unos pesos a los hamburgueseros para que hicieran unas horas extras, enfundados en elegantes trajes frente a sus sintetizadores.
Nueve y veinte finalmente salió a escena la banda que toidos habíamos ido a ver, esa que añoi a año amagaba con visitarnos para finalmente no hacerlo. Había una sensación de larga espera en el ambiente (doce años si tomamos como referencia "OK Computer", el disco que los puso a jugar en primera definitivamente, que solo se vio afectada por los precios suntuarios de las entradas (en los alrededores se llegaban a revender en mil pesos).
Abrieron con "15 step", "Airbag" y "There There", recorriendo In Rainbows, OK Computer y Hail to the thief, tres discos y doce años de diferencia en poco más de diez minutos, y comprándose al público; por si quedaba algún escéptico, luego de "All I need", Thom Yorke desenfundó la acústica y se despachó con una memorable versión de "Karma Police", logrando el enamoramiento unánime del público.
La puesta en escena acompañaba a la perfección los distintos climas del recital: un xilofón de luces que colgaban desde el techo, y que mutaban de luciérnagas a lámparas de lava, de ecualizador a rabiosas luces fluorescentes. La banda sonó tan ajustada como uno podía imaginar. Yorke produce un efecto magnético entre el público, a pesar de sus mínimos movimientos, casi espásticos, y ese eterno aire "recién me levanté de la siesta". Pero cuando canta... Ed O´Brien y Johny Greenwood pudieron lucirse en los temas más guitarreros de la banda (furibunda versión e "paranoid android"), el traje que mejor les queda, por cierto, relegando protagonismo en los temas más experimentales para que Phil Selway y Collin Greenwood se luzcan con sus bases cuasi jazzeras, monolíticas y juguetonas.
Hubo, incluso, lugar para referencias políticas, con Collin Greenwood dedicando "Nude" en un correcto castellano a "todos aquellos que habían perdido familiares, amigos, y a todos los desaparecidos", conmemorando el trigésimo tercer aniversario del golpe de estado del ´76. La comunión entre la banda de Oxford y el público era total. Fueron dos horas y media en las cuales repasaron casi todos sus discos (sólo faltaron Insomniac/Amnesiac; hasta tocaron "Pyramid Song"!), a lo largo de las cuales a uno no dejaba de asaltarle la sensación de estar siendo parte de uno de esos recitales que quedarán grabados en el hipotálamo rockero por largo tiempo. Ah, para cerrar tocaron "Creep", pero a esa altura ya no hacía falta.

jueves

El botox al poder


Luego de un largo tiempo de vacaciones, retomamos nuestro tiormo habitual de posteos, especialmente por respeto o algo parecido a nuestros cuatro o cinco lectores fieles. Tres meses de trabajo en Cariló evidentemente produjeron muchos más cambios delos que uno podría esperar en un lapso de tiempo de noventa días. Es difícil reinsertarse en la sociedad, luego de haber pasado toda la temporada en una república distinta dentro de la misma provincia de Buenos Aires en la que vivimos (tranquilos amigos zurditos, a no desesperar: no voy a hacer ninguna reivindicación del Cariló way of life), donde queda expuesta toda la paranoia citadina con la que convivimos diariamente, y que en aquellos lares queda absolutamente fuera de lugar. Probablemente, entre los turistas de aquella ciudad balnearia, haya mayor densidad de delincuentes que en la Bristol, pero al ser de guante blanco, quedan camuflados entre gente como uno. Gente bian, vamos.

Cuando uno prende la televisión por estos días, no deja de quedarle la sensación de haber estado confinado en un refugio en el medio de las montañas, o en alguna clase de cápsula del tiempo. Aparece Susana Giménez hablando de la pena de muerte, Tinelli en su versión alterno-tatuado (horror) criticando al gobierno de turno (ese mismo gobierno que más de una vez supo aprovecharse del efecto lobotomizador de su programa para barrer debajo de la alfombra cuestiones mucho más importantes que ese denigrante espectáculo de los enanos on ice), la gente opinando sobre la prisión domiciliaria, y Maradona, aún en su desabrida versión pasteurizada, siendo repudiado por la obsecuente 12 que antes le perdonaba todo.

Uno podría ilusionarse pensando que finalmente la sociedad puso el foco en cuestiones un tanto más trascendentes, que algo, al fin, cambió. Pero la misma televisión lo baja a uno a la realidad, cuando ve a la Dama de Acera, CFK, poniendo en práctica la enésima jugarreta política de su marido presidente, enviando un proyecto para adelantar las elecciones a junio. Automáticamente, eso que algunos llaman oposición sale a criticar la medida presidencial, no tanto por convicción, sino porque deben estar en contra. Quien haya leído este blog, sabrá de mi aversión por los Kirchner, en cualquiera de sus dos versiones, y mi espanto por aquellos sectores del periodismo (los mismos que hoy los critican, con el mágico efecto barrilete Niembro) que los trataban de "progresistas", pero vamos a ser sinceros: lógicamente que es un atropello más a la democracia, a la vida republicana, y un nuevo pisoteo sobre la Constitución (ese librito chiquito cuyo preámbulo sólo recordamos en propagandas de cerveza en épocas mundialistas). Ahora, ¿no es un tanto sospechoso que la oposición haya salido a criticar esta medida, la cual impedirá las internas partidarias en más de una provincia (¿se acuerdan cuando había internas?), y que acelerará la feroz lucha por las plazas electorales, desmembrando aún más a los partidos opositores, y esas mismas personas que hoy critican con fiereza la medida de CFK no hayan salido a cuestionar sus continuos decretos, manoseos institucionales, e inoperancia política? En el medio, y como paradigma de la actualidad polìtica argentina de estos días, el mismo gobierno, con sus actitudes preadolescentes, sigue construyendo la figura de un político tan insulso como Cobos, quien de todos modos, me dio, a mis casi veinticinco años, una de las pocas alegrías políticas directas de mi vida. ¿Cuándo vuelve bailando?