viernes

No future (for you) - La crisis internacional nos puso serios


La ideología del mercado libre siempre ha sido funcional a los intereses del capital, y puede distorsionarse tanto como sea útil a sus intereses. Durante épocas de bonanza resulta provechosos predicar el laissez faire, ya que la falta de intervención de estatal permite que se inflen burbujas especulativas. Cuando las burbujas estallan, la ideología pasa a ser un inconveniente, y se entra en un letargo casi vegetativo, mientras el Gran Hermano Estatal corre al rescate de los mercados. La inmensa deuda pública que se sigue acumulando para rescatar a los especuladores (hoy mostrados como cínicos financieros cuando hace no tanto tiempo se los exhibía como ejemplos de empresarios modernos), se convertirá enla excusa perfecta para modificar programas políticos de largo plazo vinculados a cuestiones públicas, y drásticas reducciones presupuestarias en las áreas más carenciadas.
Hace unas semanas uno se enteraba que Estados Unidos invertía US$85.000 millones para comprar el gigante de los seguros AIG. La pregunta es obvia: si el estado puede intervenir para salvar una corporación que se había expandido sospechosamente rápido bajo el ala del consentimiento del Tío Sam, ¿por qué no puede intervenir con la misma convicción para impedir la inminente ejecución de las propiedades de millones de estadounidenses, en su mayoría de orígen inmigrante o de bajos recursos económicos?
Mientras tanto, nuestra cada vez más impresentable (en sentido político y estético) presidenta se da el lujo de provocar a los norteamericanos diciéndoles que no tenían un plan B (anhelo de satisfacción?), jactándose de las dudosas capacidades argentinas para pilotear crisis. Hay algo que se le olvida a la Dama de Cera Krishtina: Argentina no tiene plan B, plan A: no tiene plan. En segundo lugar, si bien algunas crisis internacionales afectan al país en forma colateral, también es cierto que la gran mayoría de los problemas económicos argentinos son provocados por la propia impericia de sus políticos o la corrupción de los mismos. Aquí conviene también hacer una salvedad: el habitante argentino promedio, tan poco afecto a la autocrítica, y lobotomizado a base de traseros tinellianos matizados con su propia desidia ("metí una feta de fiambrín en el sobre, je"), suele echar la culpa de todos los males que lo aquejan a sus supuestos representantes, cayendo en ese pensamiento simplista al que la falta de educación conduce recurrentemente, cuando la realidad indica que, de llegar el "argentino medio" a un cargo pol{itico, probablemente cometería los mismos, o aún peores desmanes de los que cometen aquellos a quienes critica. La corrupción no es tanto fruto de desviaciones éticas, sino consecuencia de ambiciones desmedidas e impunidad garantizada.

martes

Absolut must

Hoy 22hs, "This film is not yet rated", joyita independiente que muestra la locura del órgano calificador de películas en Estados Unidos. No defrauda.