jueves

La cuestión Arroyo

Pocas cosas reflejan tanto la vaguedad intelectual como el lugar común, ese mal casi tan temido por los escritores, como la hoja en blanco. En época de elecciones, lo percibimos cotidianamente. Así como desde distintos sectores se instala la obligación de votar entre dos o tres candidatos presidenciales, quienes a fuerza de billetera martillan nuestros hipocampos, otros sectores mansamente repiten como un mantra frases hechas sin siquiera detenerse a pensar acerca de su veracidad.
La base de votos del candidato a intendente del frente Cambiemos, Carlos Arroyo, está cimentada en quienes fueron sus ex alumnos, los que sistemáticamente recuerdan con un dejo de nostalgia su paso por la institución que él dirigía, realtando su honestidad y equidad. Personalmente, no tuve el dudoso placer de ser alumno suyo, pero se cae de maduro la siguiente pregunta: ¿alcanza eso para ser un buen intendente? En un tiempo en el cual los candidatos construyen su discurso en base a análisis de focus group, aquello resulta un intangible más que preciado.
Arroyo, logró un sorprendente porcentaje de votos en las PASO, superando ampliamente a Baragiola, quien pese al by pass gástrico, sus cambios estéticos y sus modales refinados, sucumbió cándidamente ante una cámara oculta que se limitaba a exhibir pornográficamente lo que es la construcción de poder. En la actualidad, cuenta con serias chances de disputarle la intendencia a Pulti, ese híbrido aséptico con el carisma de un tornillo que nos quiere convencer a la fuerza que somos "gente positiva". Incluso mantiene esa posibilidad a pesar de contar entre sus filas con un infiltrado como Giri, quien parece operador oficialista afirmando gansadas tales como su intención de transformar la peatonal san Martín en la "Times Square de Latinoamérica" (!). Producto de la posibilidad de la pérdida de la intendencia, en los últimos tiempos la ciudad (o el centro, que para Acción Marplatense resultan sinónimos) amanceció tapizada con afiches, volantes y hasta diarios atacando la figura del candidato opositor, con recortes de diarios donde se replican sus dichos xenófobos, supuestas malversaciones de fondos y su empatía filonazi, desconociendo que el propio General, golpista él mismo, era un gran admirador de los gobiernos dictatoriales (se recomienda ver "Oro Nazi en Argentina"), tanto de Alemania como de Italia. 
Incluso se hace mención a que no cuenta con un teléfono celular, lo cual, según esa línea de pensamiento, automáticamente lo transforma en un troglodita que nos sumirá en el más crudo atraso tecnológico, haciéndonos añorar la invenciones de Graham Bell. Francisco, ese muchacho carismático que cuando era Bergoglio parecía que masticaba chicles de vinagre, probablemente no sea un techie, pero ello no fue impedimento para que introdujera profundos cambios en la institución más conservadora de la historia de la humanidad (ésta analogía, lejos de comparar, sólo tiene como finalidad descartar esa construcción).
Probablemente a estas alturas el lector considere este post como un descargo en favor de Arroyo. Vale decir que quien esto escribe, no sólo no lo votó ni lo votaría, sino que mantuvo su racha negativa, y nunca ganó una elección. De hecho, con su clásico olfato goleador, el candidato votado ni siquiera superó el filtro de las PASO. Sin perjuicio de ello, resulta cuanto menos curioso que recién con el resultado de las elecciones consumado, y ante un riesgo plausible, hayan aparecido este tipo de escraches "anónimos". Cabe recordar que Arroyo fue en reiteradas ocasiones concejal, y que sistemáticamente se presentaba en las elecciones sin poder perforar el piso del 10% de votos, sin recibir mayores objeciones. Y ya hace tiempo que se juntaba con Patti, se rumoreaba que había sido funcionario durante la dictadura militar, y de vez en cuando se le pegaban los caramelos y largaba alguna de sus frases del paleolítico. Entonces, ¿por qué ahora?
La cercanía con la elección general no le quita veracidad a las denuncias, ni las convierten en menos reales, pero sí se ve claramente mermada su legitimidad, lo cual nos hace percibir un tufillo a operación política disfrazada de convicción. Si ya se conocía este prontuario, ¿por qué no se denunció antes? ¿Por qué no se le impidió asumir varias veces como concejal? Además, ¿de dónde salen los fondos para financiar semejante campaña pública? Sólo existe un partido político con semejante espalda, y que se vería seriamente perjudicado con una derrota: Acción Marplatense. Cabe recordar que ese mismo partido, al ir en la misma boleta con el Frente Para la Victoria, apaña a nenes del tamaño de Otacehe, Curto o el mismo Granados, verdaderos paladines de la democracia, tanto como Aldo Rico o Milani en su momento. De todos modos, en un país donde un ex presidente condenado por tráfico de armas, para colmo entre dos países latinoamericanos, conserva su senilidad amparado en los fueros que le brinda la bancada oficialista, autoproclamados como progresistas defensores de los Derechos Humanos, todo es posible.

lunes

Iban veinte minutos del segundo tiempo y el partido moría en la intrascendencia inapelable del cero a cero. El equipo de Sean Penn Arruabarrena había dominado durante prácticamente la totalidad del encuentro la posesión de pelota, sin poder traducirlo en oportunidades concretas de gol. San Lorenzo, preso de su postura mezquina, se conformaba con esperar agazapado una oportunidad, con un planteo que lo acercaba más a Los Pumas del Mundial 2007 que al fútbol total de la Naranja Mecánica: patear la pelota para arriba, y a la carga Barracas. lirismo puro. Hasta que promediando el segundo tiempo, ingresó Ortigoza, ese distinto con pinta de operario metalúrgico, y el partido hizo el primer crack. Se le podrá achacar su dudoso estado atlético, se le podrá decir que tiene un sólo abdominal del tamaño de una buzarda. Todo lo que quieran. Pero es un digno representante de una especie en extinción: en una época en la que abundan los cyborgs tatuados, más preocupados por mantener su jopo filoso durante noventa minutos que de colaborar con el equipo, Ortigoza posee un elemento que escasea. Donde prima el músculo, el aporta la pausa. No da un pase intrascendente: sus destinatarios siempre tienen una finalidad, resultan un eslabón dentro de una cadena, independientemente de su resultado final. 
Con Mercier, conforman una dupla dramática que trascendió las barreras de Argentinos Juniors para alcanzar el cénit en el club de Boedo. Se completan el uno al otro tan bien que si no fuera porque son físicamente opuestos, uno podría pensar que comparten la partida de nacimiento. Tal vez porque a los dos el reconocimiento les llegó "de grandes" (siempre hablando en períodos de tiempo futbolísticos) o porque tuvieron que pelearla desde abajo, uno regando las canchas del ascenso, otro ganándose el mango como vendedor ambulante, juegan con un desparpajo desprovisto de histerias. Con un par de pases, el equipo comenzó a pararse diez, quince metros más adelante. Tampoco nos engañemos en pensar que faltaban Ribelino y Tostao para completar Brasil del ´70, pero en la meseta de juego en la que había entrado el partido alcanzaba para oxigenar un poco la defensa.
El segundo gran cambio se produjo por el ingreso de Matos. Algún empleado del Registro de las Personas debería investigar seriamente si por un error administrativo no se trata de un caso gemelo de algún futbolista africano que anotaron tarde. Cuando lo enfocan en las entrevistas los surcos de su cara, coronados por una tonsura indisimulable, nos hace replantearnos si el tiempo transcurre a la misma velocidad para todos los mortales. Acostumbrado a fajarse sólo con defensores a lo largo de su carrera en clubes tacaños futbolísticamente, parece haberse graduado ene esta versión utilitaria del Ciclón, exprimiendo las piedras, parafraeando a Nito.
Minuto cuarenta y cuatro. Cuando estaba a punto de rajarse el televisor ante tanta fealdad, Betancourt, un pibe al cual lo que le falta de guiso le sobra de calidad, probablemente la figura del partido hasta el momento, comete un error de principiante e intenta darle un pase a Cata Díaz, más preocupado en poner cara de malo que en recordar cómo era este juego. Matos, expectante y expeditivo, traduce esa única chance en gol. Fue curioso ver cómo inmediatamente unos cuantos hinchas de Boca, paradigma del machismo y la cultura del aguante, abandonaban la Bombonera en pos de llegar rapidito a su cero kilómetro. Mientras tanto los comentaristas exponían sus críticas, y aquellos que ensalsaban el pragmatismo y la eficacia del fútbol champagne del Boca de Bianchi de repente arreciaban contra el planteo retaceador de Bauza. De fondo los pocos que quedaban en la cancha acusaban a San Lorenzo de ser de la be, omitiendo que eso sólo los hacía lucir más ridículos: al parecer, habían perdido con su propia medicina contra un equipo de una categoría inferior. La incoherencia boquense no tiene límites. Mientras tanto, mis cuerdas vocales, que sí lo tienen, me pedían un respiro.