lunes

La dictadura del reggaetonto


En estos días, actos tan simpes como tomarse una cerveza en un bar o sintonizar una radio en el auto pueden transformarse en verdaderas proezas. Cuando uno mínimamente se había acostumbrado a esas estaciones de radio absolutamente impersonales para preadolescentes, con locutoras que escupen estrógeno y demagogia en cada frase, programando baladas latinas empalagosas que empastan los parlantes, llegó la peor plaga que la generosa catehoría de "música latina" engendró desde que Gloria Trevi era tan sólo una cantante pop, en tèrminos de Micky Vainilla: el reggaeton o como mierda se escriba. Es notable cómo con un par de escuchas de esas ¿canciones? uno siente que pierde esos anticuerpos necesarios para soportar altas dosis de mal gusto destructoras de tímpanos.
A la ola masiva de adoradores del reggae ATP que inundó Argentina en los últimos años, más preocupados por experimentar el aspecto cannábico del género que en intentar entender letras de Marley (no el de The Wall para idiotas, sino el jamaiquino), ahora le agregamos lo peor de cierta cultura hip hopera (probable motivo de futuros posts), dando como resultado este género transgénico musical, que debería ser proscripto por contaminación auditiva.
Es imposible comer un pancho en paz sin escuchar de fondo esas bases rítmicas inconfundibles del género que nos ocupa, deudoras de las peores baterías eléctricas de los `80, productoras de un efecto catatónico ante su exposición prolongada. A esto, se le deben adosar letras en las cuales al parecer, indefectiblemente debe figurar la frase "mueve tu cintura", la cual se debe repetir a modo de mantra durante los interminables minutos que dure la canción.Para ser un verdadero crooner del reggaeton, debe adoptar nombres artísticos como Eddy Lover, Daddy Yankee, o Wisin y Yandel, más propios de un Dirk Diggler decadente del conurbano que de un supuesto cantante de masas.
De este modo, cualquier barcito sin pretensiones en el cual antes uno podía degustar una negra acompañado de rock nacional y popular, actualmente ha sido cooptado por el reggaeton como la piedra Rosetta (¿Roxetta?) de su, por así llamarla, selección musical. Gracias a esto, las féminas, casi mimetizándose con lo que las canciones propugnan (será ese mantra?), agitan sus caderas enfundadas en un pantalón que soporta una presión que la mismísima Bombonera en día de superclásico envidiaría al ritmo de letras absolutamente misóginas y promiscuas, con metáforas sexuales tan elaboradas como un vaso de agua ("Gasolina"), reduciéndo años de lucha y feminismo al calse de un pantalón elastizado. Como dijo el poeta, "the times are changing".