jueves

El botox al poder


Luego de un largo tiempo de vacaciones, retomamos nuestro tiormo habitual de posteos, especialmente por respeto o algo parecido a nuestros cuatro o cinco lectores fieles. Tres meses de trabajo en Cariló evidentemente produjeron muchos más cambios delos que uno podría esperar en un lapso de tiempo de noventa días. Es difícil reinsertarse en la sociedad, luego de haber pasado toda la temporada en una república distinta dentro de la misma provincia de Buenos Aires en la que vivimos (tranquilos amigos zurditos, a no desesperar: no voy a hacer ninguna reivindicación del Cariló way of life), donde queda expuesta toda la paranoia citadina con la que convivimos diariamente, y que en aquellos lares queda absolutamente fuera de lugar. Probablemente, entre los turistas de aquella ciudad balnearia, haya mayor densidad de delincuentes que en la Bristol, pero al ser de guante blanco, quedan camuflados entre gente como uno. Gente bian, vamos.

Cuando uno prende la televisión por estos días, no deja de quedarle la sensación de haber estado confinado en un refugio en el medio de las montañas, o en alguna clase de cápsula del tiempo. Aparece Susana Giménez hablando de la pena de muerte, Tinelli en su versión alterno-tatuado (horror) criticando al gobierno de turno (ese mismo gobierno que más de una vez supo aprovecharse del efecto lobotomizador de su programa para barrer debajo de la alfombra cuestiones mucho más importantes que ese denigrante espectáculo de los enanos on ice), la gente opinando sobre la prisión domiciliaria, y Maradona, aún en su desabrida versión pasteurizada, siendo repudiado por la obsecuente 12 que antes le perdonaba todo.

Uno podría ilusionarse pensando que finalmente la sociedad puso el foco en cuestiones un tanto más trascendentes, que algo, al fin, cambió. Pero la misma televisión lo baja a uno a la realidad, cuando ve a la Dama de Acera, CFK, poniendo en práctica la enésima jugarreta política de su marido presidente, enviando un proyecto para adelantar las elecciones a junio. Automáticamente, eso que algunos llaman oposición sale a criticar la medida presidencial, no tanto por convicción, sino porque deben estar en contra. Quien haya leído este blog, sabrá de mi aversión por los Kirchner, en cualquiera de sus dos versiones, y mi espanto por aquellos sectores del periodismo (los mismos que hoy los critican, con el mágico efecto barrilete Niembro) que los trataban de "progresistas", pero vamos a ser sinceros: lógicamente que es un atropello más a la democracia, a la vida republicana, y un nuevo pisoteo sobre la Constitución (ese librito chiquito cuyo preámbulo sólo recordamos en propagandas de cerveza en épocas mundialistas). Ahora, ¿no es un tanto sospechoso que la oposición haya salido a criticar esta medida, la cual impedirá las internas partidarias en más de una provincia (¿se acuerdan cuando había internas?), y que acelerará la feroz lucha por las plazas electorales, desmembrando aún más a los partidos opositores, y esas mismas personas que hoy critican con fiereza la medida de CFK no hayan salido a cuestionar sus continuos decretos, manoseos institucionales, e inoperancia política? En el medio, y como paradigma de la actualidad polìtica argentina de estos días, el mismo gobierno, con sus actitudes preadolescentes, sigue construyendo la figura de un político tan insulso como Cobos, quien de todos modos, me dio, a mis casi veinticinco años, una de las pocas alegrías políticas directas de mi vida. ¿Cuándo vuelve bailando?

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