miércoles

"Paren de reprimir hijos de puta"

Parece irreal que hayan pasado cinco años de la convulsión generalizada que desencadenó la salida de De la Rúa de la presidencia. Más irreal aún resulta si uno vuelve a ver imágenes de ese tiempo, donde había una especie de comunión social, de empatía de clases (que finalmente fue solo superficial). No se sabía exactamente contra qué eran las protestas, pero el trajín de los años menemistas y la acumulación de injusticias llevaron a la gente a las calles (fui unos de los ¿ilusos? que empuñando un noble utensilio culinario pensó que algo iba a cambiar). Recordando la máxima de Prodan, "no se lo que quiero, pero lo quiero ya".
Con el tiempo, como suele suceder, lo que en un principio era protesta apasionada, sentida, se transformó en una rutina, algo de compromiso, que finalmente derivó (amparos mediante) en una mirada de soslayo hacia aquellos "inadaptados" que seguían reclamando sus ahorros. Es cierto que este es un país que no da respiro en cuanto a las noticias, que se suceden una tras otra sin dar tiempo de poder procesarlas (en esto también, hay que decirlo, hubo cierta complicidad de los medios, aunque todavía no era el furor del "minuto a minuto"); bueno sería, de todos modos, tener una sociedad medianamente educada, con capacidad de apreciar lo verdaderamente importante. Cuando la cosas se fueron reacomodando, surgieron nuevas comodidades (mensajes de texto, home theatres, etc.) que regeneraron el sopor burgués, aplacando los ánimos rebeldes, y reduciendo el pasado a una mera anécdota simpática para la gran mayoría. Como hoy en día, que sirve para que los medios inflen sus ventas con la vuelta del "señor Wang" al país.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Evidentemente, el señor Wang demuestra que cuenta con el masoquismo necesario para ser argentino.