Hoy a la tarde, mientras festivaleaba, sufrí en carne propia el colmo del ánimo de lucro de esa nueva plaga urbana denominada ingeniosamente "los franelitas". No, no es que me haya comprado un auto, estimado lector. Simplemente, até mi bicicleta a un cartel publicitario, y cuando me disponía a sumergirme en la cola del cine, debajo de una baldosa surgió uno de esos clásicos individuos con una gamuza adosada a su mano derecha, instándome amablemente a darle una moneda. Como siempre, cuando uno necesita monedas, tiene billetes. Lo más chico que tenía era uno de dos. Se lo dí, entre puteadas internas, pensando que un mango por rueda es un poco caro.
P.D.: al menos deberían tener la decencia de reinvertir en su negocio, y cuando la gamuza ingresa en una tonalidad "camisa de Robert Smith", cambiarla.
4 comentarios:
Es fundamental chequear antes de salir de casa el stock de monedas y puchos para coimear franelas. Abrazo
Toda mi vida me pregunté por qué me engomaba tanto escuchar un gran tema por la radio... ¿Qué sentido tiene silenciar a los que hablan alrededor y subir el volumen para escucharla, pudiendo poner el disco en cualquier momento y disfrutarla de todas maneras? ¡Ahora entiendo! Y le sumo algo, tal vez boludo, pero real... el hecho de saber que mucha gente más está escuchando esa misma "gran canción" al mismo tiempo y en distintos lugares, tiene gustito a triunfo, a "¡Oid mortales!". Pequeña dosis de cursilería barata, a las tres en punto de la tarde. Un abrazo, purrete...
Sí, es verdad... Comenté tu posteo anterior en el último. No me llevo bien con esto de la red de redes.
En cuanto a lo del comentario desfasado, se le perdona por ser El Sátiro del Cucurucho. Con respecto a la radio, en estos días escuchar una gran canción (Wish You Where Here, por ejemplo) mientras te bombardean con Luli Pop y su dentadura satánica es casi un acto de resistencia. Saludos, PBT
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