Desconectado del mundo como es frecuente en época de parciales, intento retomar el ritmo lentamente, para que las novedades no terminen de pasarme por encima. Así es como prendo la televisión (actividad absolutamente mundana a la cual ya estaba casi desacostumbrado) y me encuentro con un encendido debate donde se defenestra la actitud de Gato Sessa, émulo tecermundista de Bruce Lee, persona qeu confunde con frecuencia rebeldía con idiotez, de profesión futbolista (esto por supuesto cuando los escupitajos a alcanzapelotas, ahorcamientos a referees y manoseo de genitales se lo permiten). Uno de los panelistas afirma que no debería jugar más al fútbol, mientras otro le retruca que debería abrírsele una causa penal, y un tercero acota algo que los sucesivos gritos no me permiten escuchar con claridad ("Fuerte y claro", citando al Sonic2000). No hace falta decir que fue una irresponsabilidad como profesional, pero no estaría de más que alguien hiciera referencia al fanatismo exacerbado de los supuestos hinchas actuales, quienes se encargan de transmitirlo mediante cánticos y aprietes varios a quienes se encuentran dentro de la cancha. Y el jugador, rodeado de miles de personas que a grito pelado cofunden garra con h..., ante el mínimo estímulo reacciona como un animal enjaulado (o alambrado en este caso). Habría que ver si Sessa no fue un instrumento.
Cansado de los gritos que me recuerdan algún tema cuadrado de death metal, paso de canal y me encuentro conla final de Gran Hermano. No lo había mirado directamente hasta ese momento, pero por supuesto había sentido sus efectos en todos los demás programas colaterales que rapiñaban gotas de rating. Si el programa de cierre, supuestamente plagado de emociones, y con clips recopilatorios (con música que hubiera estado bien para musicalizar una película sobre leucemia) donde uno podía ver cosas tan ingeniosas como dos personas andando en una bicicleta, otro que en paños menores se tiraba en una pileta (locura total), gente regando y otras genialidades. La cuestión es que ganó Marianela, persona-personaje que rompiendo todos los códigos de convivencia, había nominado a uno de sus compañeros (convenientemente ex presidiario), poniendo en práctica una filosofía absolutamente utilitarista y recibiendo a pesar de eso más de un millón y medio de votos a favor. Debe ser el idealismo propio d ela juventud, pienso, y ya cansado, me pongo a revolver revistas de semanas anteriores, hasta dar con un reportaje a De Narvaez, hecho por Any Ventura. Lo más cercano a un folleto de campaña que un diario puede publicar, especialmente cuando en uno de los fragmentos, entre diversas críticas a la gestión del Gobierno se lee "Kirchner construye poder a través de comportamientos mafiosos", y un par de renglones más abajo, el rubio empresario afirma que pondría todo su aparato político a disposición del gobierno, con lo cual él, quien se definía como un tipo con sólidos principios morales, sería funcional a un tipo con mecanismos espúreos. La repregunta se caía de madura, pero como Any Ventura tiene más botox que hemoglobitos,la dejó pasar y prefirió sacarse fotos dignas de una publicidad de country reaccionario con el candidato del ridículo tatuaje en el cuello mientras degustaba una gaseosa (dietética, por supuesto) en un break de su campaña. La imágen es muy fuerte, y comienzo a sentir que está todo al revés (tal vez sea el paco que él quiere combatir, o democratizar lo que toma él), y lo confirmo cuando me entero que el análisis político más lúcido de los últimos días lo realiza Marcelo Tinelli!, al afirmar que Alberto Fernandez es el Lopez Rega de Kirchner. Perdón, pero ¿me perdí un capítulo?
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